¿La dirigencia partidaria de Chubut no repudia la violencia política?
Por Santiago Costa
En menos de siete días hubo dos agresiones por motivos políticos, uno en Esquel y el otro en Rawson. Ambos fueron contra referentes locales del PLICH, partido que lleva como diputados a César Treffinger y Laura Mirantes en alianza con La Libertad Avanza de Javier Milei.
En Esquel dos personas, sub 30 y alcoholizados, atacaron en pleno centro a Cristian Ortiz, que circulaba en su camioneta ploteada con el logo y los slogans de La Libertad Avanza. Delante de su hija, le tiraron un puntazo que esquivó y quedó clavado en la chapa de la camioneta.
En Rawson la intimidación sucedió en las puertas del local partidario, donde una persona en bici increpó a la concejal electa Esther Luque. Aunque en este caso el agresor también fue una persona «suelta» (que no lo hizo en nombre de una organización), sí hizo una amenaza de muerte «en nombre» del peronismo.
Victimización vs responsabilidad
En ambos casos intervino la policía, hubo denuncia judicial y hay filmaciones. Los hechos existieron, no fueron autoatentados para victimizarse como estrategia de campaña política.
Pero eso parecen pensar los dirigentes partidarios del PJ, la UCR y el PRO (que en el pasado sufrió episodios similares en su local partidario de Trelew).
En el caso de Esquel el intendente Sergio Ongarato, como líder institucional de la ciudad; Matías Taccetta como intendente electo y líder de Juntos por el Cambio; y Juan Manuel Peralta como líder local del peronismo deberían haber hecho un repudio público.
El gobernador Mariano Arcioni debería haberse pronunciado como líder institucional de la provincia. También el gobernador electo Nacho Torres.También Damián Biss (presidente de la UCR) y Carlos Linares (presidente del PJ).
No solo como forma de reafirmar la tolerancia y convivencia democrática, sino como un mensaje implícito a sus adherentes de que no aprueban ni tolerarían un hecho similar, que incluso podría perjudicar a sus espacios política y electoralmente.
¿Temen que una declaración así asocie a su partido con los agresores, aunque no pertenezcan a él? ¿O creen que es hacerle el juego político-mediático a Treffinger, que le permita una victimización?
Espontaneísmo o conducción política
Los jefes partidarios no pueden hacerse cargo de cada «loco suelto» que no pertenezca a su organización, pero que hable en nombre de ella. Pero no conviene relativizar este tipo de hechos, porque favorecen escaladas.
Los «ataques espontáneos» suelen ser indicadores de época, de desesperación, defensivos. Los motiva la intolerancia política, que hoy se disfraza de cultura de la cancelación o crimen de odio.
A Ortiz en Esquel y a Luque en Rawson no los atacaron por su color de piel, su clase social, su orientación sexual, género o sus creencias religiosas. Los atacaron por sus creencias políticas.
¿Quién define quién es buena persona y quién no? ¿Quién define quién es fascista y quién no?
Situaciones similares se vivieron ante la inminencia de la victoria de Donald Trump y Jair Bolsonaro. Simpatizantes de grandes partidos, desmovilizados y desorientados, reaccionaban en formato individual y radicalizado ante lo que consideraban una amenaza vital, terminal.
Salvo en dictadura, nada es de vida o muerte. No en democracia y con una urna de por medio. El descontento radicalizado del mileismo está canalizado a través del sistema democrático.
Si Javier Milei fuese electo presidente (el peor escenario desde la perspectiva de los agresores), no tendrá mayorías en la Cámara de Diputados ni en el Senado. No tendrá gobernadores propios. Un sector del Poder Judicial buscará desde el inicio bloquear sus decisiones y la mayoría del periodismo sería frontalmente opositor.
No hay crisis de representatividad, condición necesaria para el espontaneísmo que deriva en violencia política. Salvo que los líderes políticos y partidarios no ejerzan su rol y sean superados por los hechos.
