La situación entre China y Taiwán se agravó en agosto del año pasado a raíz de la visita a la isla de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, que el gigante asiático consideró una provocación y a la que respondió con el anuncio de cuatro días de ejercicios militares.
La Casa Blanca se distanció del controvertido viaje de Pelosi a la isla que China reclama como propia, con el argumento de que la dirigente toma sus propias decisiones.
En abril, China organizó tres días de ejercicios militares simulando una operación de bloqueo a la isla después de que la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, y el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, se reunieran en California, pese a las advertencias de Beijing.
Washington reconoce diplomáticamente a China sobre Taiwán, pero mantiene relaciones de facto con Taipéi y apoya el derecho de la isla a decidir su futuro.
China considera a Taiwán –a donde huyeron los nacionalistas chinos tras su derrota en una guerra civil ante los comunistas en 1949- una provincia que debe ser reunificada.
Los vínculos entre Taiwán y China continental solo se restablecieron a nivel empresarial e informal a finales de la década de 1980.
Las tensiones entre la isla y el continente crecieron a su máximo nivel en los últimos años, no solo a través de declaraciones diplomáticas cruzadas, sino también ejercicios militares en la zona.