El PJ de Chubut: una bolsa de contradicciones
Por Santiago Costa
Sin lista única con el gobierno provincial por un Frente de Todos que no existe en Chubut y sin PASO al interior del PJ, la plana mayor del peronismo se encuentra en estado asambleario y ensayando la unidad.
Como capitanes sin padrino, los dueños de los bloques del peronismo local recitan el cassette de las veinte verdades mientras tratan de vender lo más caro posible su apoyo territorial al mejor postor.
Lo viejo que no termina de morir
A esta altura ya está claro que Carlos Linares es un problema para la regeneración del peronismo provincial. Lo que no termina de quedar claro es si es el mal menor para estas elecciones.
Dueño de una coherencia perdedora, el dirigente comodorense se apalanca en su nítida oposición al gobierno provincial de Mariano Arcioni y el colchón de 100 mil votos obtenidos en 2019.
Gracias a eso, Linares goza de una gran aceptación en el votante peronista. Sus modos sin embargo le generan un gran rechazo en el resto de los votantes y su imagen negativa es elevada en todas las encuestas.
Peor que no entrar en los corazones del votante no peronista -que no es lo mismo que el votante antiperonista-, algo que a Linares francamente no le importa, es no lograr el respeto de los demás dirigentes del justicialismo.
Cualquiera se anima
Tan grande es la falta de respeto a Linares que hasta un funcionario del riñón de la gestión nacional de tan solo 30 años y sin militancia en Chubut se animó a disputarle la candidatura.
Motorizado por los recursos institucionales de que dispone para gestionar soluciones para los distintos municipios que recorre constantemente, Julián Leunda se jugó un pleno para ser senador nacional en 2021.
Con el peronismo provincial anarquizado y una figura en decadencia como Linares ¿por qué no? Tal vez sea ahora o nunca.
Es difícil imaginar un funcionario tan joven -un imberbe diría Perón– en un escenario tan aristocrático como el senado, donde suelen reposar ex gobernadores.
El problema de Leunda no es que carezca de militancia territorial, o que no haya ganado ni una elección a concejal o el promedio de edad del senado, sino que la población de Chubut lo desconoce.
Por fuera del encapsulamiento endogámico del círculo rojo de la clase política y el periodismo provincial, donde se lo nombra constantemente, Leunda es un ilustre desconocido, como la mayoría de las encuestas lo atestiguan al ni siquiera incluirlo entre la lista de posibles candidatos a medir.
Salvo en la encuesta realizada por la consultora de Zuban Córdoba, encargada por el PRO. Hecha la aclaración, los números de esa encuesta dan para Leunda un 8% de intención de voto; un 28,6% nunca lo votaría y un 63% los votantes lo desconoce.
A esta altura vale la pena aclarar la diferencia entre dirigente y funcionario. El dirigente siempre tiene tropa y a veces tiene votos. El funcionario tiene despacho y recursos. Aunque ambos tienen poder -el segundo, provisorio y a tiro de lapicera-, la diferencia es tanta como entre una topper y una corbata.
No habla mal de Leunda su candidatura, al fin y al cabo producto de la audacia y ambición de la juventud. Habla mal del peronismo chubutense.
Siendo generoso, del estado terminal de desorganización y ausencia de cuadros políticos, siendo más duro, de la incapacidad y el oportunismo de sus dirigentes.
La unidad de palabra
La asamblea general del martes 22 fue la foto perfecta de la confusión justicialista. Ahí se pudo ver la coherencia de figuras orilleras del poder territorial como Nancy González o Santiago Igón.
También la incoherencia descarada de figuras como Jorge Taboada y Carlos Eliceche. No por intentar a toda costa mezclar el dilema minero con la encrucijada electoral, algo a todas luces piantavotos.
Sino porque Eliceche se fue del bloque del Frente de Todos y Jorge Taboada tiene su propio partido, el de la Cultura, Educación y Trabajo (¿irá a elecciones aliado al Frente de Todos o al pro minero frente del oficialismo provincial?).
Si Taboada tiene su partido y Eliceche su monobloque, tampoco queda muy clara como sería la unidad en la Legislatura. ¿El bloque del madernismo (3+1) se integraría oficialmente con el del Frente de Todos?
¿Y el bloque del sastrismo (3) seguirá en el bloque oficialista o se sumará también al bloque Frente de Todos? ¿Eso no sería visto como una afrenta a la institucionalidad?
Es que es muy difícil jugar a la unidad cuando se tiene un huevo en cada canasta, como los sindicatos de Comercio, Petroleros y Luz y Fuerza, todos con legisladores en el bloque del oficialismo o funcionarios en el Ejecutivo provincial.
Capitanes sin padrino
Juan Pablo Luque pareciera gobernar kamchatka, un lugar desde donde se resiste. Con eso no alcanza. El conductor es un constructor de éxitos decía Perón. Si no, no es conductor.
En la asamblea del martes 22 también se pudo ver el oportunismo, ya legendario, de figuras como Ricardo Sastre o Adrián Maderna.
El primero es vicegobernador de Mariano Arcioni. Pero amaga con ser candidato del PJ, el partido opositor al gobierno provincial. La permanente subestimación del votante -tal vez producto de su altísima imagen entre los vecinos de su ciudad- impide ver la difícultad de explicar algo así en la opinión pública.
Otro ejemplo es la ingenua creencia en que la profunda incoherencia mostrada por el sastrismo en relación a la zonificación minera no haría mella en la imagen del vicegobernador. Algo que todas las encuestas desmienten (la de Aresco, la de Equis, la de Zubán Córdoba, la de Managment&Fit, la de Silvana Leske) mostrando que la imagen negativa de Ricardo Sastre es igual o mayor a su imagen positiva.
O la aún más ingenua suposición de que la caída en picada de la imagen del gobernador, producto de su mala gestión, no afectaría al vicegobernador.
Es comprensible que Ricardo Sastre quiera hacer valer su apoyo a un eventual candidato, cuando todo indica que él dejó de serlo (tiene mucho más para perder que para ganar de cara a 2023 si se expone ahora). Y que ese apoyo vaya para Julián Leunda, como forma de jubilar a Carlos Linares y debilitar al peronismo de Comodoro de cara al 2023.
Lo que no se entiende es por qué empezar a hablar de Ricardo Sastre gobernador 2023 cuando faltan dos años. Es como desayunarse la cena, en un país donde todo puede cambiar a seis meses de las elecciones en cuestión. No tiene sentido, solo sobreimprime ambiciones a solo semanas de las elecciones legislativas.
Tampoco se entiende por qué propone al ministro de Salud Fabián Puratich como posible candidato a diputado por el PJ. Puratich es afiliado al Chusoto y además, sin una lista única entre el Frente de Todos y el gobernador, tal candidatura sería prácticamente una traición. Quienes conocen el carácter del ministro saben que es algo imposible (y tampoco expondría a la Agrupación Ramón Carrillo a perder el control del ministerio de Salud).
¿Entonces para qué se plantea ese escenario? ¿Para aportar confusión?
El tacticismo de Ricardo Sastre se parece al de Sergio Massa, conductores expertos en esquivar obstáculos solo para quedarse sin nafta a mitad de camino.
La rama femenina
Si un senador lo pone Comodoro Rivadavia (sea Carlos Linares o Julián Leunda) y la otra es Nancy González (algo nada seguro, pero sí muy probable), Trelew o Madryn deberían poner al primer diputado o diputada.
Florencia Papaiani mide bien pero no quiere ¿Entonces? ¿Lorena Alcalá por el madernismo? ¿La luquista Rosario Nervi de Dolavon? El sastrismo tampoco parece contar con figuras electorales más allá de los mellizos.
Lo cierto es que todas las encuestas marcan que casi todas las mujeres, tal vez a excepción de Ana Clara Romero y Florencia Papaiani, cuentan con un elevadísimo nivel de desconocimiento en el electorado.
Enamorar al votante
Existe la ilusión en el PJ de que un 35% lo votará a pesar de todo. Una ilusión que vive del recuerdo de un peronismo partido, con la otra mitad provincializada antes en el dasnevismo y luego en el arcionismo de 2019. Del otro 30%, el no peronismo oscilaría en torno al 25% y el otro cinco por ciento repartido entre la izquierda y otros partidos marginales.
Mejor sería pensar el electorado en dos polos opuestos -el del kirchnerismo y el macrismo- y una enorme masa de voto fluctuante en el medio.
A la volatilidad del votante -que mayoritariamente ya no vota partidos, sino candidatos– y la opinión pública, se suma el humor social afectado por la pandemia y la severa crisis económica.
Por eso el PRO en Chubut hace campaña sobre los ejes de la crisis educativa y la corrupción provincial (preocupaciones que rankean primeras en todas las encuestas). El gobierno provincial hará campaña con la campaña de vacunación y la lucha contra la inseguridad.
¿Y el PJ? ¿Hará campaña llamando a defender y apoyar al gobierno nacional? ¿Alcanza con eso?