La ambulancia lavagnista
Por Diego Genoud
En poco tiempo hizo mucho y mucho más le queda por hacer. Roberto Lavagna está en campaña, tiene todo listo para largarse, apila promesas de sectores que quiere sumar y encarna la esperanza del Círculo Rojo desencantado con Mauricio Macri.
La palabra final no está, explican al lado del ex ministro, porque faltan algunas definiciones más. Esperan el respaldo de los gobernadores del PJ, una vez que se garanticen sus propios territorios, y el acompañamiento de una facción del radicalismo ninguneado por Cambiemos, que exceda a Ricardo Alfonsín y sume también peso territorial.
En busca de romper la polarización, el modelo a imitar es la Concertación chilena, con una confluencia de franjas del peronismo, el radicalismo y el socialismo detrás de un candidato que -sin conocer la modestia- se mira en el espejo de Ricardo Lagos.
Hoy Lavagna cuenta, como apoyo principal, con políticos del PJ no kirchnerista, sindicalistas de la CGT y empresarios que se cuidan de blanquear su apoyo antes de tiempo para evitar complicaciones con el poder macrista. Eduardo Duhalde, Miguel Angel Pichetto y Luis Barrionuevo conforman un trípode de promotores con una historia saturada de experiencias exitosas y de las otras. A partir de ellos, Lavagna busca tejer y crecer en aguas del peronismo.
Por lo prematuro, por desconfianza o para no comprometer a nadie que no se asuma parte, su equipo más íntimo es restringido. El ex embajador ante la OEA Rodolfo Gil oficia como jefe de campaña, su ex vocero Armando Torres ordena la relación con los medios y otros dos colaboradores, de perfil técnico, forman parte de su mesa chica: Leonardo Madcur, ex secretario de Coordinación Económica durante la gestión Lavagna, y Carlos Hourbeigt, que renunció hace unos meses a su cargo como director de la Comisión Nacional de Valores.
Peronismo Duro
Duhalde fue el primero que lo fue a buscar y se animó a lanzarlo como candidato y futuro presidente. Dueño de una lucidez intermitente, el ex presidente interino conserva la estima de un sector del PJ que le atribuye todavía la capacidad de detectar a un postulante ganador.
Barrionuevo, aclara el incipiente lavagnismo, no es el único sino el más notorio de los sindicalistas que lo ven como alternativa a la polarización. En la lista, anotan a Gordos y pesados de su lado con Armando Cavalieri, Andrés Rodriguez, José Luis Lingeri y Gerardo Martínez sentados a la mesa principal.
A inoxidables que las vivieron todas, le suman un sector de la UOM y los gremios de transporte, con algunos estratégicos como La Fraternidad, de Omar Maturano; la UTA, de Roberto Fernández, y Dragado y Balizamiento, del ex triunviro moyanista Juan Carlos Schmid. La discusión está en el gremio de Sanidad, donde Lavagna dice tener la mejor relación con el histórico Carlos “Carlín” West Ocampo, pero su mano derecha, Héctor Daer, juega en el frente de la unidad con Cristina Kirchner y minimiza las chances del ex ministro de Economía. West Ocampo y Daer tienen una alianza de hierro y lo que hacen -poner huevos en distintas canastas- es parte de una estrategia conjunta.
El dilema Massa
Nadie quiere abundar en el tema, pero la piedra en la sandalia de Lavagna se llama Sergio Massa. De muy buena relación personal, según dicen a un lado y al otro, el ex ministro acompañó al fundador del Frente Renovador desde 2013 hasta 2017 y su hijo, Marco, aún forma parte del massismo residual en la Cámara de Diputados.
Sin embargo, hay una tensión que no logra disolverse. Massa sigue parado como presidenciable y no cede al operativo clamor que fogonean Duhalde y Barrionuevo, un dúo al que conoce de primera mano y al que les debe en parte su origen.
El ex intendente de Tigre hace valer su capital político y no lo piensa regalar. Sabe que, si tiene que bajarse, lo mejor es hacerlo en el último minuto y negociar una salida para él y para sus leales. El amplio menú de Massa -que se guarda bajo siete llaves- es de lo más amplio: por eso, persiste y no se baja, como Lavagna quisiera.
Pueden llegar a un acuerdo, pero hoy no está claro cómo, porque los dos apuntan al mismo lugar. Al lado del ex ministro, afirman que Massa tiene derecho a pelear por el lugar que crea, pero destacan que es “muy joven” y se ilusionan con que se incline finalmente por la opción de un “renunciamiento” para no ser obstáculo.
El ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner pivotea, pero no está solo. Detrás de su voluntad política, hay grupos empresarios que también quieren ser parte de la Argentina que viene. El banquero Jorge Brito, el Grupo Vila-Manzano, la familia Eskenazi, toda gente de convicciones.
Massa acaba de cortar su relación con el consultor Guillermo Seita, un especialista ligado desde siempre al peronismo que acaba de sumar en el arranque del año electoral la versión radio de la CNN.
En esos micrófonos, Marcelo Tinelli salió a respaldar al ex ministro de Duhalde y Kirchner en los últimos días. Ex secretario de Medios de Carlos Menem y ex jefe de Gabinete de Domingo Cavallo, Seita trabaja con Juan Schiaretti desde hace una vida y también incide en el acercamiento del gobernador y el candidato que se verá el miércoles próximo. Su apuesta por Lavagna marca las dificultades de Massa para sostener su andamiaje en pie.
Tras visitar Expoagro la semana pasada, el miércoles 20, Lavagna viajará a Córdoba para dar una charla en la Fundación Mediterránea y reunirse con Schiaretti. La asistencia de empresarios servirá para medir el eco que gana su candidatura en el Círculo Rojo y el campo.
El día después
También el ex ministro cuenta con el envión de grupos empresarios que lo apoyan para salir del loop de la recesión y el ajuste que proyecta Macri. Lavagna niega cualquier dependencia del grupo Techint y desmiente cualquier relación orgánica, salvo que su hijo mayor, Sergio, es ingeniero y trabaja en el holding desde hace casi un cuarto siglo.
El fundador de Ecolatina tiene un vínculo de confianza con Paolo Rocca y lo tuvo con Sergio Einaudi, pero no se lleva bien con Luis Betnaza.
Con Eduardo Eurnekian, también involucrado en la causa Cuadernos, compartieron un almuerzo hace unos meses y hasta antiguos cavallistas como Luis Pagani ahora lo ven con buenos ojos, producto de la crisis económica que llevó a la multinacional Arcor a perder plata en 2018 por segunda vez en casi 70 años de historia.
Lavagna se planta como el candidato de los grupos industriales, pero sus colaboradores afirman que no será empleado de nadie. Con los bancos, grandes ganadores de todas las eras, puede haber -en cambio- alguna tensión. Pero es temprano para anticiparlo.
Sumar radicales
En busca de captar a los desencantados de Cambiemos, en el lavagnismo esperan por los radicales que se hartaron de Macri y, en especial, por el capital que puede brindarles Martín Lousteau si se decidiera a romper con Macri. A un lado y al otro admiten que la afinidad del ex ministro de Kirchner con el diputado de Evolución no se limita a la economía, sino que se nutre de coincidencias políticas. La relación es buena, nunca se interrumpió y cuenta, además, por si hiciera falta, con un puente de plata de lo más aceitado: el que une al peronista Luis Barrionuevo con el radical Enrique Nosiglia.
Son los pasos que hace falta dar para llegar a una elección gobernada todavía por la polarización entre macrismo y kirchnerismo. Sin embargo, los colaboradores de Lavagna marcan que más difícil que ganar es gobernar. Lo hacen como forma de señalar las dificultades que tendrían el Presidente y su antecesora en caso de triunfar en las elecciones.
En lo político, plantean la necesidad de armar una coalición legislativa para superar el 30 o 35% de bancas que puede obtener el ganador en Diputados y en el Senado. Y, en lo económico, apuntan a la forzosa convivencia con el FMI que deja Macri como herencia y se preguntan de dónde van a salir los fondos para pagar entre 40 y 42 mil millones de dólares en 2020 y 2021.
Nota originalmente publicada en Letra P