Macri entre la idea y la realidad política
Por Ignacio Fidanza
Wall Street tiene un diagnóstico contundente sobre la actual crisis: A Macri le falta política profesional. Es fascinante porque desmonta todos los supuestos sobres los que Macri edificó su Gobierno. Imaginó que un gabinete de CEOs era lo que hacía falta para atraer inversiones. Calcar sobre la piel del Estado el organigrama de las empresas. ¿Cómo se puede ser más pro mercado?
Pensar -como educó Jaime Durán Barba a Macri- que a la gente ya no le importan las ideologías, que está harta de los políticos y que lo único que le interesa es la buena gestión es un razonamiento que puede funcionar a nivel municipal. No hay que tener un proyecto de país, ni manejar la macroeconomía, ni pensar en que lugar nos posicionamos en el juego geoestratégico.
El ascenso a la Casa Rosada es un cambio de juego. Hay que tener visión de país, talento para construir un relato claro y políticos fogueados en la administración de poder real.
Encarnar un cambio de régimen es una pelea cuerpo a cuerpo, con el correcto emplazamiento de los incentivos adecuados a los líderes de las corporaciones y sobre todo, con pensamiento creativo aplicado a la política.
«Estos muchachos no entienden que la política es un ejercicio cotidiano de administrar frustraciones». Miguel Pichetto.
Después de la paliza de los mercados, los dos últimos cambios de gabinete de Macri parecen ir en una dirección mas sensata. Dante Sica y Javier Iguacel le suman pragmatismo y sentido político a la misma dirección que venían transitando sus áreas.
La supuesta eficacia privada de Macri terminó consolidando una experiencia en la que se duplicó la deuda externa, sin haber ordenado casi ninguna variable macro y al mismo tiempo derrumbó el poder adquisitivo de la población en al menos un 30 por ciento.
El mercado le propone a Macri regresar al modelo tradicional que su predica Milenial vino a impugnar. Desarmar la súper Jefatura de Gabinete y su esquema de controllers, armar un gabinete de ocho ministros y que esa sea la mesa chica del Presidente.
En política lo menos importante suele ser tener «razón», se trata más bien de interpretar y guiar expectativas. En eso está fallando.
Los grandes líderes de la historia no eran obsesivos de una pureza de gestión, que no deja de ser un aburrido ideal de gerente de nivel medio. Se concentraban más bien en tratar de entender el proceso histórico y encontrar el mejor lugar posible para insertar en ese devenir, al país que les tocaba conducir. Que es lo mismo que decir: Profundidad para entender, visión para gobernar y hombres prácticos para administrar.
Fuente: La Política Online