Carta de un adicto en Chubut
Lo que sigue es una entrevista -surgida a partir de una carta- con un adicto en recuperación nacido y criado en Chubut. Por el estigma de la adicción y para poder contar toda su historia, el protagonista pidió conservar su anonimato. Tiene 35 años y vive en una ciudad costera, lo llamaremos Sebastián F.
A.C: ¿Hace cuánto estás limpio y qué consumías?
S.F: Estoy en recuperación hace dos años y soy alcohólico, que parece la droga menos peligrosa comparada con la cocaína o el paco, pero es la que más víctimas tiene, porque el alcohol es legal y está aceptado socialmente.
A.C: ¿Qué es una adicción y por qué sos adicto?
S.F: Aunque la gente crea que el borracho o el falopero es alguien inmoral, la adicción es una enfermedad que te va atrapando de a poco y de la que después no podés salir. Te hace perder todo: la familia, el trabajo, la dignidad, la salud, la cordura, la libertad y la vida.
La adicción no se cura, se detiene, es una enfermedad crónica, como la diabetes. Podés vivir bien, pero donde te descuidaste «te olvidas» y estás consumiendo de nuevo. Es como una enfermedad mental, hay mucha negación, mucho auto engaño. Los adictos somos grandes actores, nos creemos nuestras propias mentiras.
La adicción no respeta clases sociales, educación, religión, edad, sexo, nada. Es mentira que los adictos siempre son pobres o que no pudieron tener estudios. Hay adictos de clase media, universitarios, y gente con dinero también. El dinero no te salva de la enfermedad, ni la «inteligencia» tampoco.
A.C: ¿Cómo paraste?
S.F: A mi siempre me gustó emborracharme, ya en el secundario. Cuando me fui a estudiar, como no me conocía nadie allá, era libre de descontrolar. Pero en 2009 tuve un bajón muy gran y ahí ya no paré. Perdí mi pareja y casi pierdo el trabajo, faltaba todo el tiempo para quedarme bebiendo. Sentía que había perdido la cordura, una soledad y desesperación enorme. Aterricé en Alcohólicos Anónimos en 2013.
A.C: ¿Tuviste recaídas?
S.F: Sí y no se las deseo a nadie. Si logras «volver» sin mandarte una macana muy grande que te despierte en la cárcel (o que ya no te despiertes), pueden enseñar mucho. Había buscado mucho el por qué soy alcohólico (tuve una infancia sin hambre, ni abusos; tengo familia, no me falta el dinero) y había pasado por muchos psicólogos, creo que hasta siete, sin encontrar el motivo. La recaída me mandó al psiquiatra y ahí saltó que soy bipolar y ahí entendí muchas cosas. Hoy aparte de hacer grupo en A.A. tomo medicación.
A.C:¿Funciona Alcohólicos Anónimos?
S.F. Sí. No hay nadie que entienda más a un adicto que otro adicto en recuperación. Nadie en quien puedas confiar más, porque hablamos el mismo idioma. Ahí te explican que es una enfermedad, que solo no se puede. Una vez que uno se hace cargo y acepta la enfermedad, que no puede tomar «solo por hoy», empieza el milagro. Es muy doloroso aceptar, cuesta, pero si uno de verdad quiere parar, ahí se puede.
Pero si el adicto no quiere, no hay fuerza humana que lo pueda hacer parar, ni la familia, por mucho amor que haya, menos los médicos o psicólogos. Recién cuando tocás fondo y sentís ese terror a perderlo todo, esa desesperación, estás dispuesto a hacer lo que haya que hacer para salvarte la vida. Alcohólicos Anónimos funciona en Comodoro, en Trelew y en Puerto Madryn.
A.C: ¿Que pueden hacer los familiares?
S.F: Primero tener paciencia, entender que el adicto no hace las cosas que hace porque es mala persona o porque no los quiera. Que no pueden manejar los tiempos de su recuperación, no lo pueden obligar, solo cuando toque fondo podrá empezar. Si pueden informarse lo más posible. Existe por ejemplo Al-Anon que son grupos de familiares de alcohólicos, que dan apoyo y herramientas para evitar que la familia se desintegre por la adicción de uno.
En mi caso personal una vez que volví a Chubut y mi familia vio lo que me pasaba, siempre me apoyó y hasta me pudo bancar un tiempo sin trabajar, porque no paraba de perder trabajos y necesitaba enfocarme en la recuperación. Pero he visto compañeros que empezaron su recuperación durmiendo en la calle y gente con dinero que nunca pudo parar.
A.C: ¿Qué pasa con la religión y las iglesias evangelistas?
S.F: Muchos se recuperan por medio de las iglesias evangelistas y eso es muy bueno. A veces no entiendo a los que solo confían en la psicología y reniegan de la fe, como si estupidizara. ¿Prefieren un ateo adicto a un adicto en recuperación creyente? Las iglesias no le dicen al adicto que tiene una enfermedad, le dicen que tienen el diablo adentro. Pero el efecto es el mismo, porque alivia al adicto de la culpa de todas las aberraciones que hizo «en carrera», le da un grupo de pertenencia, una creencia, esperanza.
A.C: ¿Qué rol cumple el estado?
S.F: Creo que es el actor más importante, pero no el único. Para mi las tres patas de la mesa son los Centros de Día que dependen de los pabellones psiquiátricos de los hospitales, los centros de internación como el CADES y las comunidades como Narcóticos Anónimos y Alcohólicos Anónimos y las iglesias, de cualquier credo que sea. A cada uno le puede servir algo distinto, cada uno se recupera como puede.
El rol del estado es contradictorio, porque con la nueva ley de salud mental trata de no encerrar «locos» al voleo y tiene muchos psicólogos y trabajadores sociales a su servicio.
Pero muchos psicólogos no ven a la adicción como una enfermedad crónica y creen que si el adicto resuelve algunos problemas personales con la familia, o el trabajo, o la soledad de no tener pareja o amigos o algún trauma de la infancia, va a poder beber como una persona normal y eso es un pasaje seguro a la recaída. Es la fantasía de todo alcohólico, curarse y poder beber normalmente.
Pero todos estos esfuerzos tienen que estar coordinados. Ahí donde el estado no alcanza, aparecen las otras herramientas, pero tiene que estar coordinado. Un adicto recuperado debería valer oro para el estado, como mensajero para que otros adictos busquen recuperarse.