Hablen con Pepe
Por Santiago Costa
El reciente amague de renuncia del ministro de Seguridad Federico Massoni, por la desgastada mesa de negociación salarial policial, reveló la renovada fortaleza del Ministro de Gobierno, José “Pepe” Grazzini. El casi abogado madrynense de origen cordobés recuperó terreno dentro de un gabinete de mesa ínfima.
Quién es quién
Histórico mano derecha de Carlos Tomás Eliceche hasta la ruptura en 2017, José Grazzini logró reciclarse desde su antiarcionismo intransigente. Ese que a fines de 2018 lo llevó a presidir la Legislatura, cuando la suma de los bloques opositores sustituyó a Roddy Ingram. Lo mismo que el “grupo A” hizo en el Congreso en 2009 al arrebatarle las presidencias de las comisiones al kirchnerismo.
Grazzini es parte de la generación peronista que integran sus amigos Juan Pablo Luque y Gustavo Fita. En 2019 ubicó a su mano derecha, Claudia Bard, como compañera de fórmula del también comodorense Carlos Linares en su frustrada candidatura a la gobernación.
Luego de la derrota electoral, él asumió como Ministro de Gobierno de Mariano Arcioni y ella como Defensora del Pueblo.
Una mesa plegable
El gobernador no sabe hacer política. Un poco la hace por él Rafael Cambareri y otro poco los fugaces Secretarios de Gobernación que transitaron el arcionismo, como Andrés Meiszner y Javier Touriñan.
Que hoy esa Secretaría esté vacante o informalmente “a cargo” de la subsecretaria de Información Pública, Vanesa Abril, lo dice todo.
Aparte de Cambareri, solo dos ministros eran parte de la mesa chica del gobierno chico de Arcioni. Uno es Oscar Antonena, el ministro de Economía que más le duró y que logró re negociar la deuda externa (pateando la curva de los vencimientos, pero sin aplanarla) y salir del pago escalonado, financiándose con Letras del Tesoro.
El otro es Federico Massoni, el amigo del liceo que a su pesar fue Ministro Coordinador durante el turbulento 2018 y ahora prioriza su vocación en el ministerio de Seguridad. El perfil alto del ministro también logra atraer la atención de la opinión pública y desplazar de la agenda mediática los temas más incómodos y difíciles de resolver.
Dos ministros entran y salen de esa mesa chica ampliada. Uno es el ministro de Salud Fabián Puratich, que sobrevivió en dos ocasiones momentos de máxima tensión con el personal de salud, que precipitaron su renuncia extraoficial para presionar por fondos. Esa vez el ministro de Salud consiguió los fondos y también el enojo y la desconfianza del gobernador.
Si no fuese porque el gobernador Mariano Arcioni “no tiene a quien poner” como reemplazo en sectores clave; o Puratich no tuviera el constante respaldo de Nación y los intendentes; o la Agrupación Ramón Carrillo no controlase las segundas y terceras líneas del ministerio, la jugada podría haber salido mal.
Vueltas de la gestión, hoy Puratich está en su mejor momento con Mariano Arcioni.
La muñeca
Si Massoni confronta con los intendentes, con los legisladores, con el Poder Judicial, con los sindicatos, Grazzini es quien recoge los pedazos de los platos rotos y trata de pegarlos.
Un punto de inflexión fue la accidentada visita del presidente Alberto Fernández a Lago Puelo. Los reproches públicos de Massoni a la custodia presidencial casi le cuestan al gobernador su relación con el gobierno nacional.
En ese momento, Grazzini se hizo invisible. De habitual bajo perfil, mala oratoria y marcado acento cordobés, el madrynense desapareció de la escena mediática.
Pero el amparo conseguido por Apoc, el minúsculo sindicato de empleados jerárquicos del Poder Judicial que gracias a una jueza subrogante obligó al gobierno a emitir un DNU para no cancelar esa deuda salarial en un pago, reinsertó a Grazzini en el centro del dispositivo político.
De buena relación con el gobierno nacional y con dos actores clave como el jefe de los estatales, Guillermo Quiroga y el de los docentes, Santiago Goodman, Grazzini diseñó la hoja de ruta que debe seguir el gobierno para cancelar la deuda con todos los empleados estatales y sus distintos gremios.
Esa hoja de ruta hace equilibrio entre dos factores que lo tensan. El primero es el acuerdo con Appoc, que desdobló en cuotas la deuda salarial e incluyó una cláusula donde cualquier acuerdo superador con otro sector reemplaza automáticamente al acuerdo original.
El otro es el acuerdo que logró el sector docente gracias a la gestión del ministro de Educación Nicolás Trotta y las letras que financió ANSES con el fin exclusivo de que arranquen las clases.
Por eso hoy todos los empleados estatales de Chubut son iguales, pero los docentes son más iguales que el resto.
El puño
Con esa pared chocó Federico Massoni. Ahora el personal de Seguridad deberá aceptar el mismo esquema basado en el acuerdo con Apoc, que se le ofrecerá al resto de los gremios estatales a pesar de la indignación por el acuerdo docente.
Esta semana Federico Massoni perdió -¿momentáneamente?– el histórico apoyo incondicional de su amigo gobernador. Arcioni se sintió extorsionado por el apriete público que significó la renuncia extraoficial, pero mediática.
Con un raro sentido de la oportunidad, el gobernador declaró este fin de semana que es optimista porque “la tenacidad con la que gestionamos este primer semestre, se ve reflejada en la salida del pago escalonado, cumpliendo nuestras obligaciones con las deudas y teniendo buena predisposición para acordar con los diferentes gremios”.
Esa declaración deberá explicarles este martes Federico Massoni al personal policial cuando les reitere la propuesta que ya rechazaron. Aunque por dentro se pregunte en qué se gastarán las Letras del Tesoro por siete millones de dólares -casi 700 millones de pesos- que el ministro Oscar Antonena colocó hace dos semanas.