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Brasil, el día después

El ex capitán del ejército Jair Bolsonaro es el nuevo presidente electo en Brasil. Más allá de las múltiples causas que lo catapultaron -prolongada recesión, corrupción generalizada, una ex presidenta destituida y otro preso e imposibilitado de competir-, resta ver cuál es su hoja de ruta y cuáles las condiciones estructurales que le permitirán o bloquearán realizar sus intenciones.

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Bolsonaro prometió «achicar el estado» federal y combatir la corrupción, siempre ligada a la política y los partidos. «El Mito» se comprometió a reducir el número de ministerios en Brasilia de 29 a 15 y nombrar en su gabinete a varios generales en retiro.

También a privatizar una serie de empresas con presencia estatal, incluidas unidades de la petrolera Petroleo Brasileiro SA (Petrobras) y la empresa de energía eléctrica Centrais Eletricas Brasileiras SA (Eletrobras). Sin embargo es probable que haya una fuerte tensión en el gabinente entre el sector que lidera Paulo Guedes (que favorece las privatizaciones) y los generales en retiro que respaldaron su candidatura presidencial y son más bien nacionalistas industrialistas. 

Es una tensión que en la historia argentina podría compararse con el gobierno de Onganía y su ministro Krieger Vasenna. Lo que es  seguro es que se avecina un conflicto de proporciones con los sindicatos de empleados públicos. Bolsonaro ha dicho que reformará el costoso sistema de pensiones de Brasil para reducir el déficit presupuestario del país, una importante promesa simbólica para muchos inversores.

En su lucha contra la inseguridad, Bolsonaro quiere enmendar las leyes de Brasil para facilitar que los brasileños porten armas. También pretende involucrar más activamente al gobierno federal en la seguridad pública, por la que los gobiernos estatales han sido responsables tradicionalmente y dijo que quiere usar el Ejército para patrullas de rutina en las calles de la ciudad.

Incluso en su discurso tras el triunfo electoral vinculó muy claramente su noción de libertad con la de seguridad. Buscará detener las invasiones de tierras agrícolas por parte de tribus nativas y movimientos de campesinos sin tierra.

Bolsonaro describe a China -principal socio comercial de Brasil- como un «depredador» que busca dominar áreas económicas clave de la economía carioca y está decidido a detener las adquisiciones recientes de la nación asiática en los sectores de energía e infraestructura del país sudamericano.

También anunció un relajamiento de las políticas regionales que impulsó el PT -Mercosur- para alinearse con Estados Unidos y se posicionó en el conflicto de medio oriente declarando que trasladará la embajada de Brasil en Israel a Jerusalén y cerraría una embajada palestina en Brasilia.

Poder

El Senado tendrá la fragmentación más grande de su historia, con 21 partidos para sólo 81 senadores y la Cámara de Diputados tiene 513 bancas, que a partir de enero estarán distribuidas en 30 partidos compuestos por pastores evangélicos, 70 militares, deportistas y otras personalidades pintorescas.

La historia de Brasil marca que aquel presidente que no tiene muñeca en el Congreso, no termina su mandato. Fernando Collor de Mello es un ejemplo de la suerte que corren los presidentes brasileños que le dieron la espalda al Congreso: lo destituyeron en 1992 con 441 votos a 28. Sus dos sucesores, Fernando Hernique Cardoso y Lula da Silva sí supieron manejar el parlamento y terminaron dos mandatos cada uno. Dilma Rousseff, que no era hábil negociadora como Cardoso y Lula, fue destituida en 2016.

El Congreso siempre apoya si hay dinero y eso se traduce básicamente en el reparto de cargos en empresas estatales. Por eso la propuesta del elegido por Bolsonaro para manejar la economía, Paulo Guedes, de privatizar todas las empresas estatales, incluso Petrobras no sólo encontrará una resistencia de casi todos los partidos, sino que le quitará activos para negociar con los partidos «medios» (de alrededor de 30 diputados como tendrán el PMDB y el PSDB, y los «nanicos» -enanos-, aquellos partidos con un puñado de diputados.

El partido del presidente (PSL) tiene 52 diputados pero es penas el 10 por ciento de una Cámara que tiene 513 diputados. El partido con más escaños es el PT, con 57 diputados. 

Bolsonaro gobernará con un Congreso atomizado en 30 partidos y dependerá de la bancada «Buey, Biblia y Bala», que agrupa a los diputados del campo, los evangélicos y los lobbystas de las industrias armamentísticas. Entre estos tres sectores aglutinan más de 300 diputados y ya dieron sobradas muestras del apoyo a Bolsonaro. El respaldo de los evangélicos fue fundamental: tienen 100 pastores como diputados y más de 40 millones de brasileños (más del 20% del electorado) detrás. 

En el Senado el PT pasó a ser la quinta minoría, al bajar de 13 senadores a los seis de ahora. El Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que lidera el presidente Michel Temer, continuará como la primera minoría con 12 senadores. El PSL de Bolsonaro, que no tenía representación, ahora tendrá cuatro escaños, uno de los cuales lo ocupará su hijo Flávio.

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