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Por qué perdió el PT

Por Mario Santucho-Sebastián Rodríguez Moras

Jair Messias Bolsonaro ganó el balotaje con casi 58 millones de votos (55%) y es el nuevo presidente electo de Brasil. El cambio resulta tan lacerante que cuesta captar su significado y alcance. Para encontrar un antecedente de la misma magnitud aunque opuesto en su orientación ideológica, hay que remontarse al primer gobierno de Lula quien en 2002 alcanzó el 61% de los votos con un partido de origen antisistema.

las tres patas de la mesa

La serie corta del ascenso de Bolsonaro comienza con las grandes protestas callejeras de 2013, que mostraron el hartazgo de amplias masas de la población con las políticas económicas de Dilma. En noviembre de ese mismo año el Parlamento aprobó una ley que habilitó la delación premiada, eslabón clave para la apertura del Lava Jato en abril de 2014. En marzo de 2015 se inicia el impeachment contra la presidenta Rousseff, acompañado por otra ola de enormes movilizaciones a favor de la destitución que culminaran en agosto de 2016 con el golpe institucional que expulsa al PT del gobierno. Otro acontecimiento decisivo tiene lugar con el encarcelamiento de Lula en abril de 2018 y su posterior proscripción de la contienda electoral, cuando lideraba todas las encuestas de intención de votos.

En el transcurso de esta lenta agonía del ciclo progresista, las tres corrientes de la derecha ideológica que habían permanecido subterráneas convergieron en torno al candidato Bolsonaro y su poder de fuego en las redes sociales. En primer lugar, la derecha nacionalista representada por oficiales del ejército “en reserva” como el propio presidente electo. De las filas de este sector también proviene el vicepresidente de la fórmula, Antonio Hamilton Mourão. Y uno de los tres ministros nombrados por Bolsonaro durante la campaña, Augusto Heleno, quien asumirá la cartera de Defensa.

El segundo contingente es el conservadurismo religioso, tanto católico como evangélico. Vale la pena mencionar a Everaldo Pereira, líder de las Asambleas de Dios y presidente del Partido Social Cristiano, una de las formaciones que aupó a Bolsonaro en su zizagueante trayectoria; y Edir Macedo, dueño de la Iglesia Universal del Reino de Dios y de la segunda empresa mediática del país.

El tercer afluente es el neoliberalismo ortodoxo en la economía, consecuentemente crítico de los gobiernos del PSDB y del PT, por considerarlos estatistas y clientelares. Paulo Guedes, un Chicago gentleman convencido, estará a cargo del ministerio más importante del gobierno, desde donde anuncia privatizar las empresas estatales, entre ellas Petrobras.

La irrupción de esta extrema derecha conmovió el escenario y desarmó los planes del “círculo rojo”, que había apostado a desalojar al PT del gobierno para reponer al centrãoen el comando. Según la explicación del jornalista consultado, la incapacidad del PSDB para entronizar un candidato competitivo y el cálculo de Lula que decidió elegir como antagonista a Bolsonaro, colaboraron para que este último se proyectara con una potencia inusitada. Como consecuencia, los partidos históricos del centro (tucanos y pemedebistas) se hundieron. El resultado implica un cambio de fuste en la regla principal que estructura al sistema político, ya que a partir de ahora la polarización enfrentará a dos agrupamientos ideológicos, uno de izquierda y otro de derecha, con el recalentamiento de la conflictividad que eso implica.

nadie sabe lo que puede un charlatán

Un axioma que circula en la intelligentzia brasilera sugiere que Bolsonaro no podrá concretar lo que su verba incendiaria anuncia. “La democracia en Brasil está siendo puesta a prueba”, admiten dos diplomáticos de la embajada en Buenos Aires que también solicitan estricto off. Pero confían en la capacidad de las corporaciones para domesticar las ínfulas antipolíticas del nuevo presidente, una vez que el candidato se “baje del palenque”. Entre ellas la propia Itamaraty. El Tribunal Supremo de Justicia. El Ministerio Público, “orgullo” de los republicanos brasileños por su carácter independiente. Y sobre todo las grandes empresas que definen los trazos gruesos del rumbo nacional, mas allá de los gobernantes de turno. En cuanto a las Fuerzas Armadas, si bien el Ejército no esconde sus simpatías por el mandamás surgido de las propias filas, es conocida la poca estima de la Armada y la relativa distancia de la Aeronáutica.

Algunos ejemplos parecen avalar la tesis del amansamiento. Bolsonaro anunció que trasladará la embajada en Tel Aviv a Jerusalén, pero eso podría complicar las cuantiosas exportaciones brasileñas al mundo árabe. También insinuó sospechas sobre las inversiones chinas en el país, lo que motivó críticas entre los hombres de negocios.

La pegajosa telaraña parlamentaria quizás funcione como otro elemento apaciguador. El presidente electo ya designó como Ministro de la Casa Civil a Onyx Lorenzoni, del partido Democrátas, nueva denominación del PFL, uno de los apoyos principales que tuvo la dictadura. Este experto en componendas fisiólogicas será el encargado de entretejer alianzas en un Congreso super atomizado. Para muestra basta un rápido repaso de la Cámara de Diputados resultante, donde el PT será la primera fuerza con 56 bancas (aunque perdió 13 representantes); muy cerca, con 52 escaños figura el PSL de Bolsonaro; el PMDB, partido del saliente presidente Temer, se vino abajo al perder 32 diputados y conserva una bancada de 34; mientras el PSDB redujo su influencia a 29 asientos. Los restantes 342 legisladores se reparten entre 26 partidos chicos, muchos de ellos especializados en la rosca.

Tampoco será fácil el vínculo con los poderes regionales. En solo tres estados triunfaron gobernadores del partido de Bolsonaro: Santa Catarina, Rondônia y Roraima, aunque en Rio de Janeiro ganó un miembro del PSC que pertenece a la coalición del “Capitão”. Mientras otras diez provincias declararon su propósito de aliarse al nuevo presidente, ya sea por oportunismo o convicción, entre ellos el gobernador electo de San Pablo, Joao Doria, integrante del PSDB de Fernando Henrique. Por su parte, el PT obtuvo cuatro estados, todos en el nordeste: Ceará, Piauí, Bahía y Río Grande do Norte, donde Fátima Bezerra se convirtió en la única gobernadora mujer del país. Pernambuco, Paraíba y Espírito Santo en manos del PSB, Sergipe y Paraná a cargo del PSD, Amapá en poder del PDT de Ciro Gómez y Maranhao gobernado por el Partido Comunista do Brasil, completan el hemisferio de izquierda de la Federación.

El razonamiento de quienes diagnostican un gobierno frágil señala también las contradicciones programáticas que se explicitaron en plena campaña. Uno de los deseos más fervientes de Paulo Guedes consiste en privatizar las empresas estatales, entre las que se cuentan Petrobrás, Electrobrás, el Banco de Brasil y la minera Vale. El anuncio fue observado por el sector nacionalista militar y obligó al propio Bolsonaro a mediar en lo que se anuncia como una resonante disputa interna.

Desde la perspectiva geopolítica, el giro de Brasil consolida exponencialmente la influencia de Estados Unidos en el Cono Sur, en tándem con Colombia y con el beneplácito de Chile y la Argentina. Hay quienes preanuncian una intervención militar en Venezuela (el enemigo externo), amén de la intensificación de la “guerra civil” que ubica al narcotráfico como objetivo interno y se cobra más de 60 mil asesinatos por año, la mayoría de ellos jóvenes de las periferias. 

la noche de los progresistas

El PT resistió como pudo la feroz embestida que padeció en los últimos años y será el principal partido de la oposición. Pero no es seguro que consiga recuperar la iniciativa y alumbrar un nuevo horizonte de poder. Para relanzarse necesita resolver al menos tres entuertos que lo inmovilizan y le amputan alcance estratégico: la proscripción del líder, que quizás continúe en la cárcel por varios años (¿refulgirá su estrella si “al mito” le queda grande el Planalto? ); la sombra de la corrupción, que es el núcleo duro de sentido en torno al cual se organiza un antipetismo mayoritario; y la asociación de los gobiernos de Dilma con una política económica defectuosa de efectos negativos para los sectores populares.

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