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Sobre la acción directa y la violencia política en Chubut

Ph: Guadalupe Eraso

 

Por Santiago Costa

La represión y su banalización

La represión es el fin de la política, cuando el poder se desnuda en la violencia pura. Pero no toda represión es ilegítima, porque el estado es el garante legal del orden y detenta constitucionalmente el monopolio legítimo de la fuerza.

Un gobernante democráticamente electo que no puede garantizar el orden no gobierna.

Un ejemplo que (casi) cualquier intendente puede dar son las tomas de tierra. Para ordenar y controlar su desalojo está el poder judicial. Los operativos pueden ser civilizados en tanto legales con uso proporcional de la fuerza o no. Lo facilita que el juez o el fiscal estén presentes en el operativo, lo que no siempre sucede.

Pero no es lo mismo el gas pimienta que el palo, no es lo mismo palo que gases, que balas de goma o de plomo. No es lo mismo. Quienes dicen que todas las represiones son iguales porque «todas son malas» nunca corrieron alejándose de balas de goma y gases lacrimógenos.

La represión ideal en un gobierno democrático es la que ordenó Néstor Kirchner cuando mandó a sacar a upa a Alfredo de Ángeli de la ruta 14.

La segunda mejor opción es que las fuerzas policiales, como servidores públicos en el mantenimiento del orden con el uso proporcional de la fuerza, sean las que más heridos aporten en la disputa por el control del territorio.

La acción directa, la ingenuidad y la mala fe

La acción directa es un signo de debilidad política. Quien tiene los votos o a la opinión pública de su lado no necesita de la acción directa, que no deja de ser una extorsión al resto de la sociedad. Es una extorsión cortar la ruta y lo único que lo explica es su origen: fueron los desocupados los que comenzaron los cortes de ruta en los noventa.

Los trabajadores tiene el recurso del paro, de la huelga. Los desocupados no, por eso cortaron rutas.

Los nacidos y criados políticamente durante el ciclo largo del kirchnerismo (hayan comenzado a defenderlo recién en 2010 o 2015 o aún si lo criticaron consecuentemente desde la izquierda) fueron incubados en cuanto a la acción directa, en una realidad poco real.

Que quince estudiantes de Filosofía y Letras de la UBA cortaran Callao y Corrientes en hora pico en solidaridad con equis reivindicación y no sufrieran represión legal fue un realismo mágico propio de esa época. Por eso cuando Sergio Berni quiso imponer el orden legal lo llamaron represor.

Tomar ese realismo mágico como un derecho inalienable, como algo dado de por sí, llevó a la ilusión de que se puede tomar edificios públicos o cortar rutas con la seguridad física garantizada.

La acción directa es una acción arriesgada.

El deber de un dirigente es dejar en claro a sus bases que eso es así, porque sino los expone como corderos yendo al matadero. Un edificio público tomado «pacíficamente» (¿qué es eso?) jamás deberá ser desalojado a sangre y fuego, pero los que entran ahí deben tener claro que los pueden sacar con el uso de la fuerza.

Por eso suelen ser voluntarios los jóvenes con ardiente afán de justicia, pero nunca se pone a mujeres o niños por delante.

Los gremios de siempre

El movimiento obrero organizado, que es como el sindicalismo peronista se denomina a sí mismo (lejos de concepciones como «clase obrera»), tiene una historia de luchas, victorias y derrotas de la que sacar lecciones.

Es propio de los sindicatos ejercer, en última instancia, la violencia en su disputa con la patronal y con el estado. Ninguno de los sindicatos grandes duda si tiene que ir al choque, y en esto no se diferencian en nada los petroleros, de la UOCRA, la UOM o Camioneros, cuya hipocresía respecto del conflicto de los petroleros con los docentes es notable, tal vez producto de su permanente interna.

La izquierda argentina, históricamente débil en número, sindicatos y votos, llama a los dirigentes sindicales electos por sus afiliados «burócratas» y más de una vez ha fogoneado un conflicto con ellos para victimizarse. Lo hizo durante todo el ciclo largo del kirchnerismo.

Un gobernante debe cuidar a sus gobernados, un general debe preservar la mayor cantidad de sus soldados y un dirigente debe cuidar a sus afiliados. Debe tener la ética de la responsabilidad (medir las consecuencias de sus actos para sí y los demás) por sobre la ética de la convicción (no traicionar un ideal absoluto, por sobre las repercusiones a terceros).

Perón tuvo ética de la responsabilidad en 1955, cuando decidió entrar en la cañonera paraguaya en vez de ofrecer resistencia, porque temía un desenlance como el de la guerra civil española y no quería eso para su país.

El Che Guevara mantuvo firme su ética de las convicciones y eso lo llevó lejos de Cuba, a un destino errante y su fin en la selva boliviana, rodeado apenas por un puñado de fieles, ante la indiferencia de un pueblo extraño.

Los responsables y los irresponsables

El gobernador Mariano Arcioni es el responsable último de lo sucedido en la madrugada del miércoles en la ruta, porque es quien gobierna y debe garantizar, junto con el pago de los sueldos estatales a tiempo y el normal funcionamiento de la obra social, el orden público.

El ministro Coordinador Federico Massoni es el responsable directo, por permitir que los petroleros hicieran en forma particular lo que él debió haber hecho con las fuerzas legales. Su merodeo por el lugar de los hechos habilitó teorías conspirativas y pedidos de renuncia, que deberá impulsar la Legislatura.

La justicia es responsable por mirar para otro lado, en un conflicto social de la que es juez y parte (por cobrar los judiciales también a destiempo).

¿Cómo la justicia va a permanecer indiferente a un corte de ruta de doce días, que impide a la industria petrolera funcionar y pone en riesgo la recaudación del estado provincial?

Jorge «Loma» Ávila es responsable. Hizo una masiva movilización e intercedió entre los docentes y el gobernador, que los recibió a los dos días. Cuando ese diálogo se frustró y los docentes redoblaron los cortes de ruta, avisó públicamente que los trabajadores petroleros cruzarían el piquete para ir a trabajar. En el desalojo no hubo heridos de gravedad ni hospitalizados, algo de una precisión quirúrgica tratándose de un sindicato peronista.

Pero también es verdad que la mayoría de los docentes piqueteros eran mujeres (varias mayores) y la angustia, miedo, humillación e impotencia generadas por una irrupción de encapuchados en medio de la madrugada, es digna de un ring con otra balanza.

Daniel Murphy es un irresponsable. Supo en todo momento que ese hecho se iba a producir, porque Ávila lo avisó. Y mal pagó la «solidaridad» entre trabajadores, cuando los petroleros forzaron el diálogo de Arcioni con los estatales. Su decisión de cortar la ruta fue una extorsión a los petroleros, que se vieron privados de ir a trabajar (¿dónde estuvo la solidaridad trabajadora acá?) y fueron al choque.

Actuó cobardemente, dejando que la mayoría de la guardia en el piquete fueran mujeres. Porque la acción directa es arriesgada y él prolijamente se lo ocultó a sus bases, con mala fe.

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